Muchos han sido los cambios
que han sucedido a lo largo del tiempo en lo que se refiere a los espacios
dedicados a la educación infantil. Dichos cambios son significativos pues, se
ha demostrado que, según la distribución que presente un espacio en concreto,
afecta a la vida diaria que en él se desarrolla, es decir, condiciona nuestras
actitudes y comportamientos.
En otro tiempo, con la
llamada escuela tradicional, los espacios de un centro educativo eran muy
rígidos, el mobiliario siempre estaba dispuesto de la misma manera: mesas en
línea, mesas en grupos de cuatro, no había espacios en los que se pudiera
jugar, no se le daba importancia ni a los materiales de construcción de todo lo
que rodeaba a los pequeños, ni a las medidas de seguridad para los mismos… La
educación se basaba en un proceso de enseñanza – aprendizaje, es decir,
predominaba la figura del educando sobre la del educado, que permanecía como
pasivo. Todo estaba absolutamente programado y no se daba ninguna importancia a
las necesidades del alumnado, ni a sus experiencias, ni al entorno.
Poco a poco, todas estas
ideas fueron evolucionando con propuestas de principios pedagógicos muy
diferentes. A finales del siglo XIX nació un movimiento pedagógico llamado
Escuela Nueva. Supuso un cambio pues, tenían una consideración diferente sobre
cómo debían aprender los alumnos. Aparecieron figuras clave como Jean Jacques
Rousseau, Heinrich W. Pestalozzi,
Fröbel, María Montessori, Decroly entre otros, quienes planteaban una nueva
alternativa de enseñanza: “…los pequeños aprenden por observación, por contacto
con la naturaleza, por experimentación y
por imitación de las personas adultas…”.
Con todas estas nuevas ideas
pedagógicas y estos principios de la Escuela Nueva, los espacios infantiles
pasaron a ser espacios abiertos al exterior, que facilitaran la inserción de
los pequeños a la sociedad que les rodea. Así pues, todos los espacios
dedicados a la infancia se modificaron y se pensaron para que los pequeños
estuvieran en las condiciones más óptimas. Para ello era fundamental saber
cuáles son las necesidades que presentan los niños pues, con la pedagogía de la
Escuela Nueva, los niños pasaron a ser
sujeto activo del aprendizaje y todo giraba en torno a sus necesidades y a un
objetivo: priorizar su máximo desarrollo.
No debemos olvidar que, con
el espacio físico que forma el centro y que con todo lo que hay en él, estamos
educando pues, todo ello constituye un elemento muy valioso para el aprendizaje
y es por eso que, la formación de un espacio se ha de planificar y se ha de
pensar con precisión. La creatividad puede ayudar a sacar provecho de muchos
espacios que hay en el centro. Además, nunca debemos pasar por alto que, los
niños no tienen la misma percepción del espacio que una persona adulta. Su
capacidad de visión y de movimiento es diferente y resulta necesario
posicionarse desde este punto de vista para intentar sacar el máximo provecho a
cada estancia del centro.
Cuando pensamos en el
espacio de un centro infantil y en sus estancias, lo primero que tenemos que
tener en cuenta es la respuesta que tenemos que ofrecer ante la demanda de los niños que allí acuden
(espacios para jugar, descansar, realizar actividades plásticas, actividades de
psicomotricidad, actividades de grupo e individuales, zonas de higiene,
alimentación), así como a sus necesidades (físicas, afectivas, sociales, intelectuales,
motoras y emocionales).
No hay comentarios:
Publicar un comentario